No lo oyó llegar. Estaba ensimismada
mirando el cielo nocturno con sus dos lunas enormes, una rosa
pálido, la otra verde azulada.
- ¿Por qué sigues mirándolas? Ellas
no te van a salvar, lo sabes, ¿no?
Lo sabía, claro que lo sabía, pero
qué importaba y por qué seguía molestándola, ¿lo haría hasta el
final? Ella sólo quería estar tranquila, esperando.
Dos montañas de agua surgieron del
mar, sus cimas de espuma se alargaron, convirtiéndose en tornados
líquidos. Se alzaron hacia las lunas, como queriéndolas alcanzar.
No, claro que ellas no la
salvarían...pero ofrecían un espectáculo tan desgarradoramente
bello.
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