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martes, 9 de diciembre de 2014

El pabellón de los desarraigados

Un día me desaparecieron,
entre gritos y golpes aullando.
Un día se me llevaron,
entre tráfico y gente mirando.
Un día, un día,
un día como otros tantos
me sacaron a fuerza de mi vida,
de mi mundo me apartaron.

Con cruel vehemencia,
de mi ser se apoderaron.
Y como a una fiera de circo,
mi identidad anularon.
Y ahora me encuentro aquí,
entre muchos otros, azorado,
en el purgatorio de los sin rostro,
de los que seremos olvidados.

Pasado el tiempo, pasado el tiempo,
su grito irán aplacando,
y nosotros permaneceremos
en el pabellón de los desarraigados.

lunes, 8 de diciembre de 2014

El fin



No lo oyó llegar. Estaba ensimismada mirando el cielo nocturno con sus dos lunas enormes, una rosa pálido, la otra verde azulada.

- ¿Por qué sigues mirándolas? Ellas no te van a salvar, lo sabes, ¿no?

Lo sabía, claro que lo sabía, pero qué importaba y por qué seguía molestándola, ¿lo haría hasta el final? Ella sólo quería estar tranquila, esperando.

Dos montañas de agua surgieron del mar, sus cimas de espuma se alargaron, convirtiéndose en tornados líquidos. Se alzaron hacia las lunas, como queriéndolas alcanzar.

No, claro que ellas no la salvarían...pero ofrecían un espectáculo tan desgarradoramente bello.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Lean la entrevista completa en Spanish in tour

Entrevista para Spanish in tour

¿Qué es la literatura para ti?
La Literatura es una forma de expresarse genuinamente humana que une el corazón y la mente para desarrollar un discurso capaz de transportarnos a otros lugares, tiempos, espacios, vivir otras vidas, sentir otros olores, ser empáticos.


lunes, 17 de noviembre de 2014

Elisea y la flor perdida



Elisea y la flor perdida

Elisea tenía una flor,
la más bella de todas las flores,
pero el lobo se la comió,
porque no atendía a razones
_¡Maldito lobo y maldita flor!
que me han dejado sin ilusiones,
¡que me han dejado sin flor!
por no atender a razones.
El sol nace y se pone en el orbe todos los días, y pasan las noches; pasan y permanecen: no hay nada peor que sentirse sola en la oscuridad. Elisea lo sabía perfectamente, siempre decía “¡no hay nada peor que sentirse sola en la oscuridad!” sus amigos, no la entendían y se reían de ella “¡pues enciendes una vela!” decían. Eran afortunados, no llegaban a comprender lo que significaba la soledad, pero Elisea lo sabía muy bien, lo sabía perfectamente.
Elisea no era huérfana, ni tenía una familia que no la quisiese. Era la séptima de diez hermanos, tres chicas y siete chicos, sus abuelos aún vivían y le enseñaban esas cosas que los padres nunca tienen tiempo para enseñar; se sentía querida y arropada. Entonces, ¿por qué Elisea conocía la soledad? la cuestión era sencilla y a la vez muy complicada: Elisea había nacido con un hueco en el alma. Así es, un hueco en esa zona que comprende el corazón y el estómago; esa zona que se calienta cuando amas y se encoge cuando algo o alguien te hiere de verdad. Nadie podía explicarse esta rara deformidad. Sus padres habían acudido a varios médicos de los pueblos más cercanos y ninguno pudo establecer un diagnóstico claro. Su familia desesperada decidió acudir a una hechicera. Era muy temida en el pueblo a pesar de que raramente se la podía ver. Vivía en el corazón del bosque, al lado del río, en una casa de piedra y musgo con ventanas pequeñas y chimenea. Vivía sola porque no le gustaba lo que los lugareños pensaban de ella. Su actividad como hechicera _aunque ella se consideraba simplemente sanadora de almas_ le había traído más de un problema con los habitantes de los pueblos vecinos. Apenas recibía visitas y cuando alguien llamaba a su puerta se percibía en su rostro la suficiente desesperación como para acceder a sus servicios. Siempre los atendía y nunca pedía nada a cambio; tampoco lo recibía. Utilizaba diversos objetos para sus curaciones: plumas, piedras, agua, inciensos... no porque tuviesen alguna propiedad específica curativa, sino porque entendía que los pacientes aceptaban de mucho mejor grado esa parafernalia que la actividad de lo invisible.
El día que la familia de Elisea se presentó con la niña en brazos Sartana _así es como se llamaba la joven hechicera_ no pudo contener las lágrimas, era tal la compasión que sentía por esa pequeña criatura que apenas rondaba el año. Su mirada estaba vacía, apenas podía sostener sus minúsculos miembros debido al profundo cansancio que la acosaba; su gesto era triste y su rostro pálido, sin vida. Sartana no sabía qué hacer, era el primer caso de este tipo que se le presentaba y se sentía invadida por una profunda frustración. Debía consultar diversos libros y, sobre todo, pedir consejo al Gran Diamante, por ello citó a la familia para los idus de Marzo.
Las tres semanas siguientes Sartana las dedicó a visitar los cónclaves y a los maestros que los habitaban en busca de información. Todos le daban consejos pero ninguno una solución definitiva. Sartana comenzaba a impacientarse, el tiempo se iba escurriendo en sus manos y llegaría con ellas vacías junto a aquella pobre criatura. El cónclave del Gran Diamante era su último recurso y el lugar en el que depositaba todas sus esperanzas. Este cónclave no estaba presidido por ningún maestro, no había libros ni ilustraciones de ningún tipo, lo único que había era un espejo, un gran espejo en forma de diamante que ocupaba el centro del habitáculo. Sartana ya había estado en ese lugar el día de su iniciación pero no había estado sola, su maestro y tres aspirantes la acompañaban. Conocía las cualidades del Gran Diamante pero nunca las había puesto en práctica, pues hasta ahora no lo había necesitado. La joven hechicera estaba algo nerviosa, desconocía qué iba a ocurrir en cuanto se acercara al espejo y se aproximó con cautela aunque no temerosa, sabía que nada malo podía pasarle. En el momento en que se situó frente a una de las caras del diamante el reflejo le devolvió una imagen suya perfecta, era ella, sí, pero mucho más hermosa y armoniosa; mucho más serena y sabia; desprendía luz por cada poro de su piel, una luz blanca que cada vez se hacía más intensa. Llegó a un punto en que le fue imposible adivinar el contorno de su cuerpo y solo veía reflejados sus ojos, su nariz y su boca. La mayor parte de la luz se había concentrado en su pecho y había formado la figura de una rosa. El reflejo desapareció y Sartana se sintió llena de agradecimiento porque al fin había comprendido cuál era la solución.
Llegó a la casa del bosque el mismo trece de Marzo muy temprano, aún disponía de varias horas antes de que llegase Elisea y las dedicó a la meditación. Recordó su viaje y el recorrido por los diversos cónclaves; lo injusta que había sido con los maestros al frustrarse y pensar que sus consejos no le servían de nada. Sabía que la verdad la había encontrado en su interior pero las palabras de los sabios habían sido la brecha por la que se habían derramado todos los conocimientos necesarios para llegar a esa verdad.
A las tres de la tarde llamaron a la puerta. Sartana ya había dispuesto todo lo necesario para el ritual previo que iba a llevar a cabo: velas, incienso, conchas... abrió la puerta y allí estaban, Elisea estaba más delgada que la última vez y los padres tenían los ojos más hundidos “¡creo que se nos va!” decía la madre con lágrimas en los ojos. Sartana los tranquilizó y los dirigió hacia el altar que tenía preparado, no había ninguna imagen, simplemente tres velas blancas. Sartana les pidió que le dejasen a la niña y que en silencio y serenamente rezasen y tuvieran confianza en que su hija se iba a recuperar. La madre se mostró reticente en un principio pero al fin depositó a la criatura en sus brazos. A la hechicera le sorprendió el excesivo peso de la niña a pesar de que su cuerpecito era mínimo, era el peso de un cuerpo sin alma. Sartana decidió actuar rápidamente. Llevó a Elisea a otra habitación y le enseñó una rosa, una rosa blanca, perfecta y hermosa. La pequeña apenas tenía fuerza para sostener la cabeza pero hacía evidentes esfuerzos por verla, en el momento que la localizó y pudo centrar su atención en ella sus ojos tomaron expresión. Sartana con la niña brazos comenzó a hablar con la voz más dulce y serena que había utilizado jamás.
_¿Ves esta rosa?, pues esta rosa es el pedacito de alma que te falta. Llévala colgada siempre en tu cuello y sellará el agujero con el que naciste. No temas, nunca se corromperá porque el alma es inmortal y la rosa forma parte de tu alma. Lo único que tienes que hacer es ser feliz en todo lugar y momento, nunca pensar negativamente y aceptar y enfrentarte a las experiencias de tu vida con valor y coraje. Recuerda que el temor es el peor de nuestros enemigos, nunca debes dejarte vencer por él.
Sartana sabía con certeza que aunque Elisea era muy pequeña para entender lo que le había explicado, lo había entendido perfectamente, pues había quedado registrado en lo más profundo de su corazón.
Pasaron ocho años y Elisea había crecido con toda normalidad. Era una niña feliz. Jamás ni ella ni su familia volvieron a visitar a la hechicera. La rosa de su pecho seguía fresca y bella como el primer día. Elisea nunca se la descolgaba del cuello y no podía evitar en ciertos momentos sentirse temerosa de que alguien pudiese robársela. Una mañana muy temprano, camino de la escuela Elisea se detuvo cerca del puente del río Sen, era habitual que algo le llamase la atención en esa parte del bosque, era un entorno precioso y siempre había diversa flora y fauna dispuesta a ser descubierta por una mirada pura. Esta vez había sido un agujero escarbado en una pared de tierra junto al viejo roble. Era un hueco amplio, parecía la madriguera de un animal bastante voluminoso y Elisea se asustó: "¿qué clase de animal puede vivir ahí?" pensó "¿y por qué ha decidido forjar su hogar justo en el camino que me lleva de casa a la escuela?". Para Elisea era un fastidio este inconveniente, le encantaba la escuela a pesar de que todos los días tenía que levantarse a las seis de la mañana, atravesar el bosque y hacer un largo recorrido para llegar. La mayoría de los niños de su pueblo, incluidos sus hermanos, no habían ido a la escuela por este motivo, pero Elisea había insistido a sus padres durante varios meses para que le dejasen ir, le encantaba aprender cosas nuevas, sobre todo historia y geografía porque le permitían fantasear sobre otros lugares y tiempos e imaginarse en ellos. La vida del pueblo era muy aburrida para Elisea, lo único que le gustaba era poder internarse en el bosque y disfrutar de su vida, de la armonía y la perfección que emanaban todas las cosas. A sus padres no les hacía ninguna gracia que su hija tuviese tanta predilección por esos lugares, temían que Elisea pudiese encontrarse con la hechicera y le reclamase la rosa, después de todo era una bruja y aunque había hecho algo muy bueno por su hija no podían fiarse de ella, era una opinión generalizada en el pueblo.
Elisea seguía inmóvil delante de aquel agujero oscuro, el temor la había paralizado, algo brillaba en lo profundo de la cueva, dos destellos parpadeantes que cada vez se hacían más grandes, algo se estaba acercando hacia ella y los destellos se habían convertido en dos ojos horribles, enormes y terroríficos. Elisea comenzó a correr hacia el puente, su cuerpo se tambaleaba y apenas podía respirar, algo extraño le ocurría, sus extremidades no respondían y se desplomó boca abajo en el suelo. Sentía el aliento de ese ser en la nuca, Elisea casi no se podía mover pero logró levantar suficientemente la cabeza para poder ver el monstruo que la estaba acosando. Un lobo negro enorme se encontraba sobre ella, su mirada no era de fiereza sino de indiferencia, llevaba algo en la boca, una flor
_¡Mi rosa blanca!_ gritó desesperadamente Elisea _¡no te la comas, me moriré!_ el lobo seguía mirándola con la misma expresión y lentamente se dirigió a su madriguera.
_Por favor... por favor_ a Elisea le faltaba el aliento_ no te la comas, es mi alma, es el hueco que me falta_ el lobo miró una última vez hacia atrás antes de introducirse en la cueva.
Elisea se sentía desamparada, había perdido la luz de su alma, aún no había amanecido y se sentía muy sola, sola en la oscuridad de su alma, no podía moverse y el terror recorría todo su cuerpo. En ese momento sintió unos leves pasos en el puente, intentó gritar, decir algo, pedir auxilio aunque se tratase del mismísimo diablo. No lo consiguió, no podía articular palabra y del esfuerzo se desmayó.
Elisea se despertó en una cama extraña aunque la habitación le resultaba familiar, en las paredes había velas, conchas y el ambiente lo cubría un suave aroma a incienso. La puerta de la habitación se abrió y apareció ante ella una mujer bellísima, de pelo castaño y largo con un vestido de color verde esmeralda
_Hola Elisea, ¿cómo te encuentras?_ Elisea instintivamente se llevó la mano al pecho.
_Mi rosa, ya no la tengo, el lobo se la ha comido pero yo...sigo viva y me siento bien, ¿cómo es posible?_ Sartana la miró con dulzura, se acercó a la cama y se sentó cerca de ella, le hablo con una voz muy familiar, muy dulce, Elisea se sentía mecida por sus palabras.
_Porque la rosa era el reflejo del espejo de tu espíritu, nunca ocupó el hueco, pero te dio la fuerza suficiente para que reclamases la luz de tu alma y ese hueco se llenase. Necesitabas ayuda, pero eras demasiado pequeña para comprender que solo tú misma podías salvarte, yo solo te di la herramienta, fuiste tú, querida Elisea, quien construyó el puente_ Elisea estaba muy emocionada, solo sentía agradecimiento y abrazó a Sartana con todas sus fuerzas, se acordaba de ella, siempre la había tenido en su corazón.
El sol nace y se pone en el orbe todos los días, y pasan las noches; pasan y se van, solo un cuerpo que ha olvidado su alma puede sentirse solo en la oscuridad.


domingo, 16 de noviembre de 2014

Sobre la lapidación

¿Cómo un ser humano, capaz de distinguir entre el bien y el mal, puede realizar los actos más mezquinos?¿ Cómo, siendo consciente de la injusticia que está cometiendo, del dolor que está infligiendo, puede continuar a tirar piedras a una mujer indefensa, inmovilizada por la tierra hasta la cintura? ¿Cómo esos hombres, en nombre de su dios, pueden incurrir en tal atrocidad?¿Cómo pueden provocar una muerte lenta, dolorosa, angustiosa a otro ser que, además, culpan de infringir la ley que ellos quebrantan cada día y a cielo abierto?¿De dónde sale tanta maldad, tanta rabia? ¿Cuáles son los mecanismos que mueven a un grupo de hombres a decidir si alguien debe o no morir? Me sorprende con qué facilidad se pueden tomar ese tipo de decisiones, además en un ambiente de racionalidad y sangre fría donde la inculpada no está presente para poder defenderse ¿Con qué derecho se creen para disponer de la vida de una persona? Me pregunto si alguno de ellos podría responderme.

jueves, 13 de noviembre de 2014

PUNTO EN BOCA

(Un hombre, con gabardina y sombrero se asoma entre el telón, echa un vistazo al público y se acerca sigilosamente, mirando hacia atrás.)

¿Nunca os habéis parado a pensar en qué esconden las montañas? ¿Qué misterios aguardan tras su escarpada figura?¿No os parece extraño que su volumen solamente sea debido a un conjunto de condiciones orográficas casualmente establecidas? No, no, tiene que haber algo más, ¡estoy seguro!

Siempre me han tachado de fantasioso, de no vivir con los pies en la tierra, de solo pensar en fantasmas e irrealidades, pero yo me pregunto ¿no es más irreal pensar en qué le voy a decir hoy a mi jefe, qué ropa me pondré en la cena de esta noche o cuánto son dos más dos? No sé, siempre he pensado que realmente soy yo el único que mantiene los pies en la tierra porque precisamente soy el único que se pregunta por ella, por sus misterios y maravillas, y no la tengo abandonada, usándola como simple decorado de algo mucho más importante como sacar el perro, coger el coche, ir de compras, pasar las vacaciones, etcétera, etcétera, etcétera.

Yo me creo la historia del principito, pienso que don Quijote no estaba equivocado en ver gigantes en lugar de molinos...¿y por qué no? ¿Acaso el mundo tiene más sentido si el día de ayer es igual al de hoy? ¿o que la luna es un satélite? ¿o que dos más dos siguen siendo cuatro? A mí, sinceramente, esas cuestiones me siguen pareciendo chorradas, lo cual está bastante mal por mi parte debido a mi condición de...

(Se mira para la vestimenta y se saca la gabardina y el sombreo que llevaba puesto para revelar una malla negra con un símbolo de interrogación blanco en el centro del pecho)

...interrogación. Pero así es, no puedo evitarlo. Los humanos son los seres más raros que hay sobre la tierra; se preguntan por qué hora será, si ese pantalón les hace el culo demasiado grueso, o de si tendrán la cremallera bajada, y se han olvidado de las preguntas más esenciales. No digo que nunca se les hayan ocurrido preguntas ingeniosas, mmm, vamos a ver: ¿Ser o no ser?; o respuestas todavía más escandalosas: pienso, luego existo. Pero parece que ya se les haya olvidado pensar. Yo opino que creen que ya lo saben todo, que ya pensaron todo lo que tenían que pensar y que ya pueden volver tranquilos al duro trabajo de todos los días, ganando el pan con el sudor de su frente , y nada de tumbarse a la bartola debajo de un árbol a ver como caen las manzanas...¡no vaya a ser que se les ocurra alguna idea!


Era una y no quería ser






Hace ya mucho tiempo que había perdido la cuenta de los meses que llevaba caminando, de los rostros que había visto, de las tierras que había pisado arrastrando sus pies. Su aspecto era desaliñado y sucio, ya no recordaba su apariencia porque hacía mucho tiempo que había dejado de verse al espejo. Un hoyo profundo se la había engullido y ahora, lo único que podía hacer era caminar y caminar hasta que sus pies sangraran, hasta sentir tanto dolor que no le permitiese pensar, recordar. Era una, pero había sido tres. Era una y no quería ser.

Comenzó a caminar ese mismo día, después de la llamada. Dejó caer el auricular de la mano. De repente el cuerpo le pesaba toneladas, pero no podía caer aplastada sobre el suelo porque otra fuerza la empujaba hacia adelante, sentía el impulso de correr, pero el peso de su cuerpo se lo impedía y lo único que pudo hacer fue arrastrar sus pies. Cruzó la puerta de la entrada, bajó los seis escalones, atravesó el jardín, siguió la carretera hacia el norte, y caminó, caminó hasta que cayó inconsciente en el arcén. Se despertó en una cama con sábanas blancas, una habitación con aparatos que emitían pitidos. No lograba recordar por qué estaba allí, pero sentía la necesidad de seguir escapando, una fuerza invisible la empujaba siempre adelante. Se arrancó las agujas de los brazos, atravesó la puerta de la habitación, llegó a las escaleras, bajó dos pisos y salió del edificio. Se dirigió hacia el este. En su mente las imágenes la atravesaban como relámpagos. Después recordó la llamada. Corrió, corrió venciendo el peso de su cuerpo, corrió con los brazos estirados tratando de alcanzar algo y la vista hacia el cielo. La boca abierta desgarrando un grito mudo. Llegó al mar y el agua salada lamió las heridas de sus pies. El escozor la hizo estremecerse. En ese momento sintió la extenuación. Se vio tentada a caer de bruces en el mar. Sería tan fácil, no tendría que moverse, sólo dejar que el agua salada inundara sus pulmones...nada más, y su dolor se apagaría con sus recuerdos. Pero la fuerza la empujaba hacia delante, así que caminó hasta que ya no pudo caminar, y nadó, nadó y siguió nadando hasta que una roca que sobresalía se cruzó en su camino. No tenía fuerzas para bordearla, así que se agarró a sus paredes. Las olas batían contra su espalda y dejaban su espuma en sus cabellos. Una la sacudió tan fuerte que su cabeza golpeó contra la roca, abriéndosele una profunda brecha en la frente. El calor de la sangre escurriéndose por el rostro contrastaba con el frío del mar que le trepaba por los hombros. Cuando pudo subir la roca, se dejó caer sobre ella. Los moluscos le arañaban la piel y eso la hacía sentir un poco mejor. Necesitaba sentir dolor físico y gritar. Sobre todo necesitaba liberarse del nudo que le constreñía la garganta y sólo le dejaba un hilo de aire que respirar. Se incorporó, alzó su rostro hacia el cielo. Las olas sacudían cada vez con más fuerza la roca, y llegaban a salpicar su rostro. Gritó, primero fue un grito ronco, después agudo, desgarrador, interminable y el agua salada, la saliva y la sangre de su rostro se mezclaron en su boca.




lunes, 10 de noviembre de 2014

Te quedarás ahí, quieta (monólogo del miedo)



Te quedarás aquí, quieta y esperarás a que vuelva. La angustia te agarrará el corazón y lo retorcerá hasta que sientas un dolor tal que tendrás que escapar corriendo. Pero no lo harás, seguirás estando ahí, estática, esperando. Los pensamientos te gritarán al oído, "¿qué haces? ¡Corre! ¡Vete en su búsqueda! ¡Tráelo de vuelta!" Pero no lo harás, porque yo te lo he demandado. Te quedarás, ahí, inmóvil, sumiéndote en tu dolor hasta que sea tan parte de ti como tu propio rostro. Hasta que no puedas existir sin él, porque el hueco sería tan grande que tu carne, desgajada, caería en su abismo sin remedio.

Un día se levantaron todos



Un día se levantaron todos, porque eran muchos. Rostros oscuros sin párpados ni órbitas, pero con una llama roja, viva, en el interior de su cráneo. Con manos sin huellas, marchando en fila por los caminos. El suelo retumbaba clamando justicia. Porque era justicia lo que buscaban y los otros lo sabían. No había nada que hacer, ni los más gruesos muros, ni las más altas torres podrían salvarlos.

jueves, 23 de octubre de 2014

Lon y Mur (Continuidad)

Capítulo 6. Lon y Mur
Pasadas dos jornadas y media y después de un tortuoso camino aguijoneado por los potentes rayos del astro luz, Tian llegó a la ansiada orilla del río Lon. Su anchura era considerable y sus aguas eran de un color verde musgo intenso, Tian se sentía aliviado de que al menos en este punto el mapa coincidía con la realidad. Al otro lado el paisaje cambiaba completamente: la llanura estaba salpicada por elevaciones del terreno formadas por rocas y tierra cubierta de vegetación, su altura variaba entre los trescientos y quinientos pies de altura. Estaba atardeciendo y el paisaje se mostraba bellísimo y extraño al mismo tiempo. Tian no podía entender cómo sobre la llanura se hubiesen formado esos promontorios de formas tan diversas. Tenía unas ganas enormes de cruzar el río y descubrir los misterios que esos cerros sugerían pero no sabía cómo, el agua parecía insondable y no veía ningún acceso que cruzase al otro lado. Anduvo a lo largo de la orilla por un tiempo. Le llamaron la atención unas losas de piedra cuadradas con diversos dibujos e inscripciones que se encontraban a unos cinco pies de distancia unos de otros. Las losas, que mostraban dibujos representaban diversos seres, además de algunos paisajes y conservaban algunos pigmentos. Las que poseían inscripciones estaban formadas por una escritura basada en ideogramas que Tian conocía bien y hacían referencia a estos animales y a su historia. Las losas parecían estar desordenadas, así que Tian, para comprender la historia que estas contaban e ilustraban las recogió y las reunió todas en un montón. Comenzó con la que creía que era la primera losa, con la que comenzaba la historia, en ella estaba escrito lo siguiente:
Lon era el nombre de una serpiente que habitaba estas tierras hace miles de años. Su piel era de color verde musgo, y sus ojos violeta relucían en la oscuridad de la noche.
Tian unió esta losa con otra que representaba una serpiente de ojos violeta, en ese mismo instante las dos losas volaron de sus manos para situarse sobre el río, flotando en el aire, inmóviles. Tian puso el pie sobre ellas y comprobó que las losas aguantaban su peso. Rápidamente se dispuso a formar la segunda tesela de la historia:
Lon era un ser solitario y nocturno. Todos los animales la temían por su gran tamaño y voracidad. Una noche, un ave de plumaje dorado llamado Mur que venía de tierras muy lejanas y se había perdido, se posó sobre el árbol bajo el cual se encontraba Lon.
Tian unió esta losa a la imagen de un ave sobre un árbol y volvió a ocurrir lo anterior, la losas se situaron a poca distancia de las primeras, en dirección hacia la otra orilla. Tian buscó la siguiente parte de la historia.
El ave se dirigió a Lon en los siguientes términos:
Disculpe amable señora, he perdido mi bandada y no sé qué dirección debo seguir para llegar al lago verde, donde todos mis familiares se dirigen en peregrinación.”
Lon se quedó atónita por la amabilidad y tranquilidad con la que le había hablado aquel maravilloso ser alado. Ningún otro ser antes se había atrevido a dirigirle la palabra.
No conozco ese lugar, pero si te quedas aquí, siempre tendrás una amiga con la que podrás hablar.”
Esta vez la imagen correspondiente era la de la serpiente y el ave conversando.
Durante toda una estación Mur permaneció en las verdes tierras de Lon, plenas de exuberante vegetación y pequeños arroyos. Pero el ave echaba de menos las grandes extensiones de agua en las que había crecido. El año siguiente Mur vio a aves pertenecientes a su bandada volar en dirección al lago verde. Se despidió de Lon y se marchó.
Tian unió el texto con la ilustración donde Mur, con sus grandes alas desplegadas, se alejaba de Lon.
La serpiente verde quedó desolada. Lloró tantas lágrimas que su cuerpo se diluyó convirtiéndose en un gran río y sus ojos violeta de perdieron en la corriente.
De vuelta del lago verde Mur decidió pasar por las tierras de Lon. Al llegar encontró un río enorme pero ni rastro de su amiga. Sobrevolando las aguas divisó dos reflejos violeta que le recordaron los ojos de Lon. Creyéndola ahogada se lanzó a las verdes aguas.
Esta vez el dibujo representaba a un ave dorado cayendo en picado sobre un río verde.
En el interior del río se dio cuenta de que estaba inmerso en su amiga. La escuchó llorar y se conmovió tanto que decidió quedarse en su interior por siempre. Lon sintió tanta alegría que las aguas retumbaron en una gran explosión salpicando el bosque. De cada una de las gotas que mojaron la llanura nació una montaña rocosa.
Ahora quedaban dos losas con texto pero solo una con ilustración. Esta era el paisaje que se podía ver al otro lado del río.
La última de las losas decía así:
En la gran explosión los ojos de Lon se perdieron para siempre. Se dice que quien restablezca la vista de Lon, podrá ver en todo su esplendor la unión del ave y la serpiente.
Tian había completado el puente que le conducía a la otra orilla y seguía con la losa sobrante entre las manos. Atravesó el puente flotante a saltos, con gran cuidado de no caer y perder la última de las losas. Tenía curiosidad por saber como finalizaba la historia, descubrir si era cierto aquello que se contaba o simplemente una leyenda más. El problema era que no podía perder demasiado tiempo, su viaje se estaba alargando más de lo previsto, debía llegar al valle de Férritum para consultar el cantar con los expertos mercudios.
Pasando entre aquellos promontorios rocosos percibía una gran fuerza que lo atraía hacia ellos, le daba la impresión de que estuviesen vivos, que respirasen. Bajo las plantas de los pies notaba el latir de cientos de corazones. La atmósfera estaba cargada de energía, casi se podía palpar.
Anduvo hasta el anochecer. Decidió detenerse bajo un árbol de espléndidas frutas para saciar su apetito. Era el único árbol de la especie que había visto hasta ahora en su camino a través del bosque, parecía ya centenario, a juzgar por su ancho tronco. Por suerte, algunas de las ramas no estaban muy alejadas del suelo por lo que no le costó subirse para coger los frutos más maduros. Estando en lo alto de la copa contempló el paisaje estupefacto. Bajo la láctea luz de las lunas el panorama era sobrecogedor: el contorno esmeralda de los cerros; la frondosa vegetación perfilando el horizonte; el olor amargo de la tierra junto al dulce de los frutos y el picante de las flores; el bisbiseo de los insectos; el rumor del agua saltando las rocas del río… Tian respiró profundo, como queriéndose empapar de todas esas sensaciones. Le llamaron la atención dos promontorios que se encontraban entre las lunas y que recibían más luz que los circundantes. Su forma le recordaba vagamente una escena que había visto en una de las losas: uno se semejaba a la cabeza de una serpiente y el otro tenía el aspecto de un ave, estaban frente a frente, el ave un poco más elevada que la cabeza de la serpiente. Esta última parecía estar inclinada hacia arriba, como observándola. En ese momento recordó la losa con la imagen de Lon y Mur hablando bajo un árbol. Curiosamente el árbol sobre el que ahora estaba apostado se semejaba bastante al de la ilustración, con su gran tronco y sus carnosas hojas redondeadas. Al mirar hacia abajo y ver sus gruesas raíces, las cuales sobresalían de la tierra como venas alrededor del tronco, observó un esplendor violáceo entre dos de ellas. Bajó para ver mejor de qué se trataba. Cuando apartó las hojas y la tierra del terreno encontró dos cristales violetas con forma de diamante del tamaño de una mano. Instantáneamente Tian supo lo que tenía que hacer: a paso veloz se acercó a los promontorios con la forma de Lon y Mur. Bajo el promontorio de la serpiente había una roca con forma cúbica la cual sobresalía un par de pulgadas de la superficie y tenía una cavidad en medio del mismo tamaño y forma que la losa que aún llevaba consigo. La cogió y la colocó en el hueco, era justo la medida. En ese instante la roca comenzó a levitar. Instintivamente, Tian se situó encima y esta comenzó a ascender por la pared de la loma hasta llegar a la zona de la cara de Lon, donde se encontraban dos orificios escarbados en la roca que correspondían a la parte de los ojos de la serpiente. Tian cogió los cristales y los introdujo a cada lado de la cara. Dos rayos violeta provenientes de los ojos de Lon iluminaron el promontorio de Mur, y después de este, el resto de los cerros haciendo un giro de trescientos sesenta grados. Cada cima tocada por el rayo comenzó a desmoronarse. Los trozos de roca caían rodando pendiente abajo, deteniéndose en la base. Del interior de las montañas comenzaron a sobresalir unas cabezas doradas, semejantes a las de una serpiente pero con pico de ave. Parecía que se hubiesen despertado de un largo sueño porque abrían los ojos lentamente y con dificultad, sacudiendo la cabeza de lado a lado para desperezarse. Algunas ya tenían medio cuerpo fuera. Era una complexión similar a la de una serpiente, pero la piel estaba recubierta de plumas finísimas de color dorado con el borde verde, y poseían una especie de brazos a ambos lados del torso con unas garras similares a las de un ave rapaz. Una de ellas emitió un chillido agudo, y en ese preciso momento, como si de una señal se tratase, todas empezaron a salir disparadas hacia el orbe cual fuegos artificiales, dibujando en el añil del cielo una coreografía de espirales doradas. Sus alas, que ahora desplegaban haciendo vibrar el aire, doblaban el tamaño de su cuerpo y estaban recubiertas con plumas mayores y más verdes. Todastenían los ojos violeta, los cuales simultáneamente dirigieron hacia Tian. Se hizo un profundo silencio y en su expresión sintió el agradecimiento de aquellos seres alados que llenó su corazón de alegría. Tian abandonó la región de Lon y Mur con la sensación de haber cambiado un poco el mundo, de haberlo llenado de unos seres nacidos bajo el signo del amor.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Los nedelos

Los nedelos son una especie de Ilis que vive mimetizada con su entorno boscoso. Su aspecto es extraño, sobre todo por sus movimientos al desplazarse y sus peculiares iris en forma de estrella. Pero lo que llama más la atención es su idioma, mezcla sistematizada de sonidos del bosque: las hojas secas al ser pisadas, el chapotear del agua, el viento soplando entre las ramas de los árboles… La unión con la Naturaleza es la esencia de sus vidas. Su mundo se verá turbado después de la Gran Noche, cuando los árboles aparezcan con las raíces apuntando hacia el cielo.


viernes, 22 de agosto de 2014

Continuidad (Capítulo 1)

Y se sintió llover en el magnífico jardín de fábula. Su cabello, azul como el hielo, se deslizaba por las sienes describiendo ondas de mar. Estaba desconcertado, nunca había caído agua del cielo en su jardín. Había oído historias de sus vecinos más ancianos, pero nunca se las había creído. Ahora todo le pesaba, su ropaje y sus ideas, que resbalaban como víboras en la arena y le inmovilizaban los pies. Su figura descolorida se tambaleaba y rodaba por el suelo. Seis puntos de luz se abrieron en su pecho.

Yo, que todo esto lo estaba viendo desde el interior de mi esfera, no podía dejar de sentir una profunda angustia por ese ser. Sabía cómo iba a acabar su historia, sabía que era inevitable su desgracia, porque era yo quien lo había provocado. Además, su historia ya no podía dar marcha atrás porque ya todo había pasado: Yedra, La Gran Noche, la sequía, los temblores... nadie imaginaba lo que ocurriría transcurrido el tiempo.

El mundo tenía muy pocos años y su alma infantil se traslucía en los seres que nacían de los poros de su corteza terrosa y fértil. Niños de todos los colores se espatarraban al sol adolescente que los veía crecer en menos de una jornada, hasta alcanzar la edad suficiente para poder valerse por mismos. Gateaban y arrancaban de unos pequeños arbustos flores carnosas que metían torpemente en sus bocas, deshaciéndose en la lengua como nubes de azúcar.

Futuro, pasado y presente son uno, así lo demuestran los archivos akásicos de la razón. Esto ocurre ahora, ocurre mañana y antes de ayer. Las causas y las consecuencias se mezclan y disfrazan. Es difícil comprender entre el caos y la autarquía de la mente colectiva. Mañana esos niños multicolor serán dioses y tendrán la capacidad suficiente para destruir su mundo; todos los mitos así lo dicen.

Y el mundo se creó para ellos; habían alcanzado el paraíso terrenal. Ninguna necesidad los apremiaba; todo lo tenían al alcance de las manos y los pies. El instinto, la intuición, que es el instinto del alma, guiaba su conducta. Comprendían el universo como una célula puede comprender que forma parte de un cuerpo y eran felices.

Existía la comunicación, se podía palpar, era una atmósfera densa y perfumada que todos sentían a su alrededor y les acompañaba. La mentira era un concepto inexistente y las palabras-cárcel no habían aprisionado aún el aura comunicativa en su estrecha cajita de caracteres y sonidos. La comunicación era un ente sin tiempo ni espacio que sobrevolaba las cabezas de los niños introduciéndose en sus oídos y saliendo por su boca, dejando en el camino un delicioso olor a menta. Todo estaba dicho antes de decirlo y los perdones eran tan efímeros como una mosca de río. Disculpen si una lágrima se ha derramado, pero el recuerdo de aquellos, estos tiempos me ha entristecido, ya que es una etapa que nunca se volverá a repetir pues, aunque los ciclos siempre vuelven, nunca lo hacen de la misma manera...

Del techo piramidal del templo flotaban unas luces fluctuantes, verde-violáceas, que inspiraban paz y transpiraban amor. Tian las miraba desconcertado, sentía la necesidad de concretar esos sentimientos, de hacerlos palpables, estables y seguros. Desde su nacimiento intentó controlar todo lo que tenía a su alrededor, solo así se sentía menos intranquilo. Siempre tuvo miedo y no quería dejar de sentirlo, trampa mortal que lo hacía vulnerable hacia todas las cosas.

“Sarillo ...salem ...sátrapa”, estas fueron las primeras palabras que salieron de la boca de Tian. Había practicado con diferentes sonidos durante algún tiempo. Le gustaba el cosquilleo que producían las cuerdas vocales al vibrar y la explosión de aire que se apelotonaba en los labios con algunas resonancias. Nadie había utilizado los sonidos antes para expresar significados, era algo nuevo que Tian había descubierto y que le permitiría crear un código por el cual solo los ilianos podrían entenderse. Las palabras traerán razonamiento, pero no siempre llevarán la verdad.

Y los jardines de la vida se hicieron parcelas con lindes, y la naturaleza se vio nombrada por pequeñas bocas desconocidas e incultas, pues ya no había comunicación entre ellas, el olor a menta había desaparecido: “Si nadie quiere oírme, lucho contra la nada” y se encogió en un anillo verde a cien pies sobre la tierra, que nadie veía, porque ya nadie miraba al cielo.

El lenguaje se propagó como un tornado por todo el planeta. En poco menos de una década se había extendido por los continentes habitados, dando lugar a códigos muy diversos. Un fenómeno muy extraño había acaecido: en distintos lugares pero al mismo tiempo una serie de individuos habían inventado un código por el cual solo los ilianos podrían comunicarse, y como consecuencia, aunque esto lo descubrieron años después, el dominio del resto de los seres vivientes que carecían de su información. Comenzaron a adueñarse de otras vidas, a comerciar con ellas, a cosificarlas. El halo fluorescente que flotaba sobre la tierra perdía su color y brillo a medida que se atentaba contra la armonía natural y espiritual de las almas del planeta. Yo lo vi caer como quien ve que un hijo se le escapa de las manos por no tener con qué alimentarle. Débil y sin fuerza, su estela porosa se desvanecía entre la niebla gris de lo indeterminado, de lo que no es vida ni muerte, ni nada con sentido en sí mismo. Lo puro siempre tiene que ser la base de la que partan las creaciones.

Tian el pedagogo, Tian el revolucionario, Tian el desgraciado anciano centenario que entendió tarde la pregunta a su respuesta lloró desconsoladamente la mitad de sus tantos años. Una crisálida marrón y brillante había cubierto la parte baja de su ojo izquierdo, sus lágrimas la habían formado. Segundos antes de morir la pupa se abrió y despegó de su párpado una mariposa amarilla que fue a parar a la espina más baja del rosal que en su jardín había plantado, secuela e hilo de esperanza al mismo tiempo.



domingo, 10 de agosto de 2014

Los mercudios (Continuidad)

Los mercudios son una orden religiosa que se dedica a la hermenéutica, es decir, a la interpretación de textos creados a lo largo y ancho del planeta. La magnificencia de su biblioteca, con una estructura que imita la forma de Ilis con sus dos satélites en movimiento, y la peculiaridad de su método de interpretación no dejarán a Tian impasible.