Entrevista para Spanish in tour
¿Qué es la literatura para ti?
La Literatura es una forma de expresarse genuinamente humana que une
el corazón y la mente para desarrollar un discurso capaz de
transportarnos a otros lugares, tiempos, espacios, vivir otras vidas,
sentir otros olores, ser empáticos.
lunes, 24 de noviembre de 2014
lunes, 17 de noviembre de 2014
Elisea y la flor perdida
Elisea y la flor perdida
Elisea tenía una flor,
la más bella de todas las
flores,
pero el lobo se la comió,
porque no atendía a razones
_¡Maldito lobo y maldita flor!
que me han dejado sin ilusiones,
¡que me han dejado sin flor!
por
no atender a razones.
El sol nace y se pone en el orbe
todos los días, y pasan las noches; pasan y permanecen: no hay nada
peor que sentirse sola en la oscuridad. Elisea lo sabía
perfectamente, siempre decía “¡no hay nada peor que sentirse sola
en la oscuridad!” sus amigos, no la entendían y se reían de ella
“¡pues enciendes una vela!” decían. Eran afortunados, no
llegaban a comprender lo que significaba la soledad, pero Elisea lo
sabía muy bien, lo sabía perfectamente.
Elisea no era huérfana, ni tenía
una familia que no la quisiese. Era la séptima de diez hermanos,
tres chicas y siete chicos, sus abuelos aún vivían y le enseñaban
esas cosas que los padres nunca tienen tiempo para enseñar; se
sentía querida y arropada. Entonces, ¿por qué Elisea conocía la
soledad? la cuestión era sencilla y a la vez muy complicada: Elisea
había nacido con un hueco en el alma. Así es, un hueco en esa zona
que comprende el corazón y el estómago; esa zona que se calienta
cuando amas y se encoge cuando algo o alguien te hiere de verdad.
Nadie podía explicarse esta rara deformidad. Sus padres habían
acudido a varios médicos de los pueblos más cercanos y ninguno pudo
establecer un diagnóstico claro. Su familia desesperada decidió
acudir a una hechicera. Era muy temida en el pueblo a pesar de que
raramente se la podía ver. Vivía en el corazón del bosque, al lado
del río, en una casa de piedra y musgo con ventanas pequeñas y
chimenea. Vivía sola porque no le gustaba lo que los lugareños
pensaban de ella. Su actividad como hechicera _aunque ella se
consideraba simplemente sanadora de almas_ le había traído más de
un problema con los habitantes de los pueblos vecinos. Apenas recibía
visitas y cuando alguien llamaba a su puerta se percibía en su
rostro la suficiente desesperación como para acceder a sus
servicios. Siempre los atendía y nunca pedía nada a cambio; tampoco
lo recibía. Utilizaba diversos objetos para sus curaciones: plumas,
piedras, agua, inciensos... no porque tuviesen alguna propiedad
específica curativa, sino porque entendía que los pacientes
aceptaban de mucho mejor grado esa parafernalia que la actividad de
lo invisible.
El día que la familia de Elisea
se presentó con la niña en brazos Sartana _así es como se llamaba
la joven hechicera_ no pudo contener las lágrimas, era tal la
compasión que sentía por esa pequeña criatura que apenas rondaba
el año. Su mirada estaba vacía, apenas podía sostener sus
minúsculos miembros debido al profundo cansancio que la acosaba; su
gesto era triste y su rostro pálido, sin vida. Sartana no sabía qué
hacer, era el primer caso de este tipo que se le presentaba y se
sentía invadida por una profunda frustración. Debía consultar
diversos libros y, sobre todo, pedir consejo al Gran Diamante, por
ello citó a la familia para los idus de Marzo.
Las tres semanas siguientes
Sartana las dedicó a visitar los cónclaves y a los maestros que los
habitaban en busca de información. Todos le daban consejos pero
ninguno una solución definitiva. Sartana comenzaba a impacientarse,
el tiempo se iba escurriendo en sus manos y llegaría con ellas
vacías junto a aquella pobre criatura. El cónclave del Gran
Diamante era su último recurso y el lugar en el que depositaba todas
sus esperanzas. Este cónclave no estaba presidido por ningún
maestro, no había libros ni ilustraciones de ningún tipo, lo único
que había era un espejo, un gran espejo en forma de diamante que
ocupaba el centro del habitáculo. Sartana ya había estado en ese
lugar el día de su iniciación pero no había estado sola, su
maestro y tres aspirantes la acompañaban. Conocía las cualidades
del Gran Diamante pero nunca las había puesto en práctica, pues
hasta ahora no lo había necesitado. La joven hechicera estaba algo
nerviosa, desconocía qué iba a ocurrir en cuanto se acercara al
espejo y se aproximó con cautela aunque no temerosa, sabía que nada
malo podía pasarle. En el momento en que se situó frente a una de
las caras del diamante el reflejo le devolvió una imagen suya
perfecta, era ella, sí, pero mucho más hermosa y armoniosa; mucho
más serena y sabia; desprendía luz por cada poro de su piel, una
luz blanca que cada vez se hacía más intensa. Llegó a un punto en
que le fue imposible adivinar el contorno de su cuerpo y solo veía
reflejados sus ojos, su nariz y su boca. La mayor parte de la luz se
había concentrado en su pecho y había formado la figura de una
rosa. El reflejo desapareció y Sartana se sintió llena de
agradecimiento porque al fin había comprendido cuál era la
solución.
Llegó a la casa del bosque el
mismo trece de Marzo muy temprano, aún disponía de varias horas
antes de que llegase Elisea y las dedicó a la meditación. Recordó
su viaje y el recorrido por los diversos cónclaves; lo injusta que
había sido con los maestros al frustrarse y pensar que sus consejos
no le servían de nada. Sabía que la verdad la había encontrado en
su interior pero las palabras de los sabios habían sido la brecha
por la que se habían derramado todos los conocimientos necesarios
para llegar a esa verdad.
A las tres de la tarde llamaron a
la puerta. Sartana ya había dispuesto todo lo necesario para el
ritual previo que iba a llevar a cabo: velas, incienso, conchas...
abrió la puerta y allí estaban, Elisea estaba más delgada que la
última vez y los padres tenían los ojos más hundidos “¡creo que
se nos va!” decía la madre con lágrimas en los ojos. Sartana los
tranquilizó y los dirigió hacia el altar que tenía preparado, no
había ninguna imagen, simplemente tres velas blancas. Sartana les
pidió que le dejasen a la niña y que en silencio y serenamente
rezasen y tuvieran confianza en que su hija se iba a recuperar. La
madre se mostró reticente en un principio pero al fin depositó a la
criatura en sus brazos. A la hechicera le sorprendió el excesivo
peso de la niña a pesar de que su cuerpecito era mínimo, era el
peso de un cuerpo sin alma. Sartana decidió actuar rápidamente.
Llevó a Elisea a otra habitación y le enseñó una rosa, una rosa
blanca, perfecta y hermosa. La pequeña apenas tenía fuerza para
sostener la cabeza pero hacía evidentes esfuerzos por verla, en el
momento que la localizó y pudo centrar su atención en ella sus ojos
tomaron expresión. Sartana con la niña brazos comenzó a hablar con
la voz más dulce y serena que había utilizado jamás.
_¿Ves esta rosa?, pues esta rosa
es el pedacito de alma que te falta. Llévala colgada siempre en tu
cuello y sellará el agujero con el que naciste. No temas, nunca se
corromperá porque el alma es inmortal y la rosa forma parte de tu
alma. Lo único que tienes que hacer es ser feliz en todo lugar y
momento, nunca pensar negativamente y aceptar y enfrentarte a las
experiencias de tu vida con valor y coraje. Recuerda que el temor es
el peor de nuestros enemigos, nunca debes dejarte vencer por él.
Sartana sabía con certeza que
aunque Elisea era muy pequeña para entender lo que le había
explicado, lo había entendido perfectamente, pues había quedado
registrado en lo más profundo de su corazón.
Pasaron ocho años y Elisea había
crecido con toda normalidad. Era una niña feliz. Jamás ni ella ni
su familia volvieron a visitar a la hechicera. La rosa de su pecho
seguía fresca y bella como el primer día. Elisea nunca se la
descolgaba del cuello y no podía evitar en ciertos momentos sentirse
temerosa de que alguien pudiese robársela. Una mañana muy temprano,
camino de la escuela Elisea se detuvo cerca del puente del río Sen,
era habitual que algo le llamase la atención en esa parte del
bosque, era un entorno precioso y siempre había diversa flora y
fauna dispuesta a ser descubierta por una mirada pura. Esta vez había
sido un agujero escarbado en una pared de tierra junto al viejo
roble. Era un hueco amplio, parecía la madriguera de un animal
bastante voluminoso y Elisea se asustó: "¿qué clase de animal
puede vivir ahí?" pensó "¿y por qué ha decidido forjar
su hogar justo en el camino que me lleva de casa a la escuela?".
Para Elisea era un fastidio este inconveniente, le encantaba la
escuela a pesar de que todos los días tenía que levantarse a las
seis de la mañana, atravesar el bosque y hacer un largo recorrido
para llegar. La mayoría de los niños de su pueblo, incluidos sus
hermanos, no habían ido a la escuela por este motivo, pero Elisea
había insistido a sus padres durante varios meses para que le
dejasen ir, le encantaba aprender cosas nuevas, sobre todo historia y
geografía porque le permitían fantasear sobre otros lugares y
tiempos e imaginarse en ellos. La vida del pueblo era muy aburrida
para Elisea, lo único que le gustaba era poder internarse en el
bosque y disfrutar de su vida, de la armonía y la perfección que
emanaban todas las cosas. A sus padres no les hacía ninguna gracia
que su hija tuviese tanta predilección por esos lugares, temían que
Elisea pudiese encontrarse con la hechicera y le reclamase la rosa,
después de todo era una bruja y aunque había hecho algo muy bueno
por su hija no podían fiarse de ella, era una opinión generalizada
en el pueblo.
Elisea seguía inmóvil delante
de aquel agujero oscuro, el temor la había paralizado, algo brillaba
en lo profundo de la cueva, dos destellos parpadeantes que cada vez
se hacían más grandes, algo se estaba acercando hacia ella y los
destellos se habían convertido en dos ojos horribles, enormes y
terroríficos. Elisea comenzó a correr hacia el puente, su cuerpo se
tambaleaba y apenas podía respirar, algo extraño le ocurría, sus
extremidades no respondían y se desplomó boca abajo en el suelo.
Sentía el aliento de ese ser en la nuca, Elisea casi no se podía
mover pero logró levantar suficientemente la cabeza para poder ver
el monstruo que la estaba acosando. Un lobo negro enorme se
encontraba sobre ella, su mirada no era de fiereza sino de
indiferencia, llevaba algo en la boca, una flor
_¡Mi rosa blanca!_ gritó
desesperadamente Elisea _¡no te la comas, me moriré!_ el lobo
seguía mirándola con la misma expresión y lentamente se dirigió a
su madriguera.
_Por favor... por favor_ a
Elisea le faltaba el aliento_ no te la comas, es mi alma, es el hueco
que me falta_ el lobo miró una última vez hacia atrás antes de
introducirse en la cueva.
Elisea se sentía desamparada,
había perdido la luz de su alma, aún no había amanecido y se
sentía muy sola, sola en la oscuridad de su alma, no podía moverse
y el terror recorría todo su cuerpo. En ese momento sintió unos
leves pasos en el puente, intentó gritar, decir algo, pedir auxilio
aunque se tratase del mismísimo diablo. No lo consiguió, no podía
articular palabra y del esfuerzo se desmayó.
Elisea se despertó en una cama
extraña aunque la habitación le resultaba familiar, en las paredes
había velas, conchas y el ambiente lo cubría un suave aroma a
incienso. La puerta de la habitación se abrió y apareció ante ella
una mujer bellísima, de pelo castaño y largo con un vestido de
color verde esmeralda
_Hola Elisea, ¿cómo te
encuentras?_ Elisea instintivamente se llevó la mano al pecho.
_Mi rosa, ya no la tengo, el
lobo se la ha comido pero yo...sigo viva y me siento bien, ¿cómo es
posible?_ Sartana la miró con dulzura, se acercó a la cama y se
sentó cerca de ella, le hablo con una voz muy familiar, muy dulce,
Elisea se sentía mecida por sus palabras.
_Porque la rosa era el reflejo
del espejo de tu espíritu, nunca ocupó el hueco, pero te dio la
fuerza suficiente para que reclamases la luz de tu alma y ese hueco
se llenase. Necesitabas ayuda, pero eras demasiado pequeña para
comprender que solo tú misma podías salvarte, yo solo te di la
herramienta, fuiste tú, querida Elisea, quien construyó el puente_
Elisea estaba muy emocionada, solo sentía agradecimiento y abrazó a
Sartana con todas sus fuerzas, se acordaba de ella, siempre la había
tenido en su corazón.
El sol nace y se pone en el orbe
todos los días, y pasan las noches; pasan y se van, solo un cuerpo
que ha olvidado su alma puede sentirse solo en la oscuridad.
domingo, 16 de noviembre de 2014
Sobre la lapidación
¿Cómo un ser humano, capaz de distinguir entre el bien y el mal, puede
realizar los actos más mezquinos?¿ Cómo, siendo consciente de la
injusticia que está cometiendo, del dolor que está infligiendo, puede
continuar a tirar piedras a una mujer indefensa, inmovilizada por la
tierra hasta la cintura? ¿Cómo esos hombres, en nombre de su dios, pueden
incurrir en tal atrocidad?¿Cómo pueden provocar una muerte lenta,
dolorosa, angustiosa a otro ser que, además, culpan de infringir la ley
que ellos quebrantan cada día y a cielo abierto?¿De dónde sale tanta
maldad, tanta rabia? ¿Cuáles son los mecanismos que mueven a un grupo de
hombres a decidir si alguien debe o no morir? Me sorprende con qué
facilidad se pueden tomar ese tipo de decisiones, además en un ambiente
de racionalidad y sangre fría donde la inculpada no está presente para
poder defenderse ¿Con qué derecho se creen para disponer de la vida de
una persona? Me pregunto si alguno de ellos podría responderme.
jueves, 13 de noviembre de 2014
PUNTO EN BOCA
(Un hombre, con gabardina y sombrero se asoma entre el telón, echa un vistazo al público y se acerca sigilosamente, mirando hacia atrás.)
¿Nunca os habéis parado a pensar en
qué esconden las montañas? ¿Qué misterios aguardan tras su
escarpada figura?¿No os parece extraño que su volumen solamente sea
debido a un conjunto de condiciones orográficas casualmente
establecidas? No, no, tiene que haber algo más, ¡estoy seguro!
Siempre me han tachado de
fantasioso, de no vivir con los pies en la tierra, de solo pensar en
fantasmas e irrealidades, pero yo me pregunto ¿no es más irreal
pensar en qué le voy a decir hoy a mi jefe, qué ropa me pondré en
la cena de esta noche o cuánto son dos más dos? No sé, siempre he
pensado que realmente soy yo el único que mantiene los pies en la
tierra porque precisamente soy el único que se pregunta por ella,
por sus misterios y maravillas, y no la tengo abandonada, usándola
como simple decorado de algo mucho más importante como sacar el
perro, coger el coche, ir de compras, pasar las vacaciones, etcétera,
etcétera, etcétera.
Yo me creo la historia del principito,
pienso que don Quijote no estaba equivocado en ver gigantes en lugar
de molinos...¿y por qué no? ¿Acaso el mundo tiene más sentido si
el día de ayer es igual al de hoy? ¿o que la luna es un satélite?
¿o que dos más dos siguen siendo cuatro? A mí, sinceramente, esas
cuestiones me siguen pareciendo chorradas, lo cual está bastante mal
por mi parte debido a mi condición de...
(Se mira para la vestimenta y se saca la
gabardina y el sombreo que llevaba puesto para revelar una malla
negra con un símbolo de interrogación blanco en el centro del
pecho)
...interrogación. Pero así es, no
puedo evitarlo. Los humanos son los seres más raros que hay sobre la
tierra; se preguntan por qué hora será, si ese pantalón les hace
el culo demasiado grueso, o de si tendrán la cremallera bajada, y se
han olvidado de las preguntas más esenciales. No digo que nunca se
les hayan ocurrido preguntas ingeniosas, mmm, vamos a ver: ¿Ser o no
ser?; o respuestas todavía más escandalosas: pienso, luego existo.
Pero parece que ya se les haya olvidado pensar. Yo opino que creen
que ya lo saben todo, que ya pensaron todo lo que tenían que pensar
y que ya pueden volver tranquilos al duro trabajo de todos los días,
ganando el pan con el sudor de su frente , y nada de tumbarse a la
bartola debajo de un árbol a ver como caen las manzanas...¡no vaya
a ser que se les ocurra alguna idea!
Era una y no quería ser
Hace ya mucho
tiempo que había perdido la cuenta de los meses que llevaba
caminando, de los rostros que había visto, de las tierras que había
pisado arrastrando sus pies. Su aspecto era desaliñado y sucio, ya
no recordaba su apariencia porque hacía mucho tiempo que había
dejado de verse al espejo. Un hoyo profundo se la había engullido y
ahora, lo único que podía hacer era caminar y caminar hasta que sus
pies sangraran, hasta sentir tanto dolor que no le permitiese pensar,
recordar. Era una, pero había sido tres. Era una y no quería ser.
Comenzó a caminar
ese mismo día, después de la llamada. Dejó caer el auricular de la
mano. De repente el cuerpo le pesaba toneladas, pero no podía caer
aplastada sobre el suelo porque otra fuerza la empujaba hacia
adelante, sentía el impulso de correr, pero el peso de su cuerpo se
lo impedía y lo único que pudo hacer fue arrastrar sus pies. Cruzó
la puerta de la entrada, bajó los seis escalones, atravesó el
jardín, siguió la carretera hacia el norte, y caminó, caminó
hasta que cayó inconsciente en el arcén. Se despertó en una cama
con sábanas blancas, una habitación con aparatos que emitían
pitidos. No lograba recordar por qué estaba allí, pero sentía la
necesidad de seguir escapando, una fuerza invisible la empujaba
siempre adelante. Se arrancó las agujas de los brazos, atravesó la
puerta de la habitación, llegó a las escaleras, bajó dos pisos y
salió del edificio. Se dirigió hacia el este. En su mente las
imágenes la atravesaban como relámpagos. Después recordó la
llamada. Corrió, corrió venciendo el peso de su cuerpo, corrió con
los brazos estirados tratando de alcanzar algo y la vista hacia el
cielo. La boca abierta desgarrando un grito mudo. Llegó al mar y el
agua salada lamió las heridas de sus pies. El escozor la hizo
estremecerse. En ese momento sintió la extenuación. Se vio tentada
a caer de bruces en el mar. Sería tan fácil, no tendría que
moverse, sólo dejar que el agua salada inundara sus pulmones...nada
más, y su dolor se apagaría con sus recuerdos. Pero la fuerza la
empujaba hacia delante, así que caminó hasta que ya no pudo
caminar, y nadó, nadó y siguió nadando hasta que una roca que
sobresalía se cruzó en su camino. No tenía fuerzas para bordearla,
así que se agarró a sus paredes. Las olas batían contra su espalda
y dejaban su espuma en sus cabellos. Una la sacudió tan fuerte que
su cabeza golpeó contra la roca, abriéndosele una profunda brecha
en la frente. El calor de la sangre escurriéndose por el rostro
contrastaba con el frío del mar que le trepaba por los hombros.
Cuando pudo subir la roca, se dejó caer sobre ella. Los moluscos le
arañaban la piel y eso la hacía sentir un poco mejor. Necesitaba
sentir dolor físico y gritar. Sobre todo necesitaba liberarse del
nudo que le constreñía la garganta y sólo le dejaba un hilo de
aire que respirar. Se incorporó, alzó su rostro hacia el cielo. Las
olas sacudían cada vez con más fuerza la roca, y llegaban a
salpicar su rostro. Gritó, primero fue un grito ronco, después
agudo, desgarrador, interminable y el agua salada, la saliva y la
sangre de su rostro se mezclaron en su boca.
lunes, 10 de noviembre de 2014
Te quedarás ahí, quieta (monólogo del miedo)
Te quedarás aquí, quieta y esperarás a que vuelva. La angustia te agarrará el corazón y lo retorcerá hasta que sientas un dolor tal que tendrás que escapar corriendo. Pero no lo harás, seguirás estando ahí, estática, esperando. Los pensamientos te gritarán al oído, "¿qué haces? ¡Corre! ¡Vete en su búsqueda! ¡Tráelo de vuelta!" Pero no lo harás, porque yo te lo he demandado. Te quedarás, ahí, inmóvil, sumiéndote en tu dolor hasta que sea tan parte de ti como tu propio rostro. Hasta que no puedas existir sin él, porque el hueco sería tan grande que tu carne, desgajada, caería en su abismo sin remedio.
Un día se levantaron todos
Un día se levantaron todos, porque eran muchos. Rostros oscuros sin párpados ni órbitas, pero con una llama roja, viva, en el interior de su cráneo. Con manos sin huellas, marchando en fila por los caminos. El suelo retumbaba clamando justicia. Porque era justicia lo que buscaban y los otros lo sabían. No había nada que hacer, ni los más gruesos muros, ni las más altas torres podrían salvarlos.
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